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30 dic 2015

Clan Vurgaan | Manos de Hierro

Hace algo más de un año escribía el trasfondo del clan Vurgaan, al que pertenece mi ejército de Manos de Hierro. Sin embargo, volviéndolo a leer, encontré algunas cosas que me chirriaban ahora que estoy muy metido en todo el trasfondo de la Gran cruzada y la Herejía de Horus, así como de la propia X legión. Viendo esto me decidí a reescribir alguna parte para adecuarla mejor a los estándares fijados por el trasfondo oficial:

Clan Vurgaan

Relámpagos y seísmos

“La existencia de los clanes de los Manos de Hierro se remonta a tiempos inmemoriales, y su historia está plagada de narraciones épicas y tradiciones ancestrales. Todos ellos están formados por los duros habitantes de Medusa, y todos sus miembros portan con orgullo los distintivos de su clan, pero de todos ellos es quizá el clan Vurgaan el más orgulloso de su historia.

Desde que las memorias del planeta pueden recordar los miembros de este clan habitaban las laderas del monte Karaashi, considerado por los medusianos una guarida maldita de legendarios monstruos durmientes de piel de hierro y horrores aún más terribles. La vida en torno a semejante nido de peligros forjó el carácter de los miembros del clan Vurgaan, que se consideraban los auténticos guardianes de los males que el monte amenazaba con lanzar sobre el planeta y despreciaban al resto de clanes por vivir bajo su protección. Sus caravanas de enormes mamíferos peludos, recorrían las laderas del monte en busca de las más ricas vetas de minerales, lo que en no pocas ocasiones les llevaba a enfrentar los horrores ocultos entre los valles de la legendaria montaña.

Así, cuando la llegada de la Gorgona fue anunciada por el ciclópeo relámpago que partió en dos la cumbre de la montaña, y mientras el resto de pobladores de Medusa vieron esto como un mal augurio y corrieron a protegerse en sus campamentos itinerantes, los miembros del clan Vurgaan no dudaron en considerar el cataclismo como un signo indudable del ascenso de su clan.

En los anales del Clan quedó grabado para siempre un honor del que harán gala por el resto de su existencia, pues fueron sus miembros quienes contemplaron por primera vez el glorioso poder de Ferrus Manus.

Bajo la tutela del Primarca los clanes medraron, purgando a los débiles según unos criterios cada vez más estrictos y férreos, y desarrollando su tecnología gracias a las innatas capacidades de su nuevo señor. Sin embargo Medusa siguió sin doblegarse totalmente a su voluntad y continuó forjando algunos de los más duros guerreros de la galaxia.

La llegada de la Gran Cruzada cambió Medusa para siempre. Sus pobladores reconocieron desde el primer momento la grandeza y el inmenso poder del Emperador, así como su innegable relación con el que hasta entonces creían el ser más poderoso de la creación. Muchos miembros del clan Vurgaan comprendieron que no solo sería un honor engrosar las filas de los Manos de Hierro, sino que, más que ningún otro clan, se ecreían obligados a acompañar al semidios de brazos de hierro en su viaje a las estrellas.

Pronto Ferrus Manus tomó el mando de su legión y se unió a la gran visión de su Padre, destinada a liberar toda la galaxia. El clan Vurgaan, junto con el resto de los Astartes medusianos, pasó a engrosar los efectivos de la 52 Flota Expedicionaria. Las hazañas conseguidas por la flota dirigida por Ferrus Manus fueron muchas se citan en innumerables registros, pero la hora en que el clan Vurgaan rubricaría por derecho propio la historia de la X Legión, llegaría a las puertas del sistema Adamantino.



Esperanza y abominación

Guiada por las transmisiones astropáticas de la nave exploradora Nu-658 de la Logia Siaria del Mechanicum, la vanguardia de la 52ª Flota Expedicionaria alcanzó los límites de este desconocido sector cuando se cumplían 30 años del reencuentro con el Primarca. En aquel tiempo la flota contaba con uno de los registros de victorias más laureados del Imperio, y se encontraba inmersa en una inmensa campaña que le llevaría a la pacificación del conjunto de sistemas conocido como la Constelación Centelleante. Obsesionado con no frenar el avance constante de la flota Ferrus Manus decidió segregar una parte de su fuerza para que se destinarla a la adhesión del recién descubierto sistema. Esta misión recaería en el Clan Vurgaan, y sería su Comandante de Hierro, Restorius Kishar, quien dirigiría el nuevo grupo de combate hacia la victoria. Así nació la 246ª Flota Expedicionaria.

Las lecturas procedentes del Sistema Adamantino mostraban unos niveles energéticos fuera de los normal para un sistema de tan pequeño tamaño. De los 5 planetas que orbitaban en torno al astro del sistema, solo 3 de ellos parecían estar habitados por poblaciones significativas, aunque los dos restantes parecían ser explotados por algún tipo de prospección minera, y una de las lunas del mayor planeta del sistema también mostraba signos de la existencia de construcciones en su superficie.

Sin embargo lo más inusual del sistema no era el nivel de sus emisiones energéticas, sino la existencia de altas concentraciones de una radiación de naturaleza desconocida hasta entonces para el Imperio. Los análisis practicados por Géshtur, Padre de Hierro del Clan, a los datos arrojados por los auspex, mostraban grandes emanaciones basadas en Positrones, unas partículas inestables que ninguna tecnología imperial había sido capaz de dominar por el momento. Si las apreciaciones de Géshtur eran correctas podían encontrarse ante uno de los arcanos secretos de la Era Oscura de la Tecnología, pues, a juzgar por la estructura de las construcciones halladas en el sistema, no cabía duda de que el sistema había sido poblado por la humanidad en algún momento del pasado.

Cuando la flota expedicionaria atravesó las fronteras del sistema comenzó a emitir mensajes de saludo en todas las frecuencias conocidas mientras analizaba de forma exhaustiva los planetas más exteriores. Sus poblaciones presentaban sin duda los parámetros biométricos de los humanos, y se encontraban concentradas en grandes densidades localizadas, sugerentes de tratarse de ciudades colmena. Esto indicaba un alto nivel tecnológico y de desarrollo, similar al de los planetas imperiales, lo cual debería facilitar su inclusión en el gran proyecto del Emperador.

La fragata Ferrum Indomable fue enviada en vanguardia para iniciar contactos con los habitantes del sistema. El navío penetró en la profundidad del sistema lentamente, tratando de que ninguno de sus movimientos pudiese ser interpretado de forma equivocada como un indicio de agresión. La tripulación de la fragata incluía el protocolizado comité de primer contacto que señalaban las ordenanzas. En su interior, junto a un representante del gobierno de Terra, y el cónsul de las fuerzas del ejército imperial adscritas a la expedición, viajaba el hermano Sunash, palafrenero de Kishar encargado de las interacciones con los gobiernos humanos (una actividad que el Comandante de Hierro consideraba tediosa e incomprensible por sus matices emocionales).

En su avance hacia el que parecía el planeta principal del sistema, la Ferrum Indomable pudo comprobar que el nivel tecnológico de aquella sociedad era realmente elevado. Los planetoides que parecían encontrarse en explotación minera contaban con estructuras suborbitales de almacenaje y distribución de las materias primas extraídas, mientras auténticos enjambres satélites de comunicación orbitaban los planetas más grandes. Las lecturas enviadas por la fragata a la nave insignia del Clan, la Furia de Medusa, eran extremadamente positivas: La población humana parecía mucho más numerosa de lo que se había calculado inicialmente, y el nivel tecnológico no dejaba de causar sorpresa en el puente de mando del Comandante de Hierro. Sin embargo seguía sin recibirse ninguna respuesta.

La fragata continuó su viaje sin dejar de emitir informes que alimentaban los bancos de datos del Clan con cada vez más información, hasta que la comunicación se cortó bruscamente cuando la Ferrum Indomable explotó con el brillo de un sol en miniatura.

Las alarmas se encendieron en los puentes de todas la naves de la flota de forma simultánea. La explosión no podía haberse debido a un problema mecánico, pues las lecturas de los reactores de plasma habían sido absolutamente estables en todo momento, y su brusquedad era la firma inconfundible de un ataque de precisión perpetrado por un enemigo desconocido. Los auspex de toda la flota atravesaron el vacío en busca de emisiones de energía que revelasen la posición de los asesinos, pero no fueron capaces de localizar ninguna señal reconocible. La incertidumbre era total, solo los siglos de entrenamiento y experiencia militar, unidos a los más sofisticados implantes corticales con los que contaba, permitieron a Kishar establecer una formación defensiva teniendo en cuenta los escasos datos que les había otorgado el ataque a la fragata. Sin embargo ello no evitó que otra de las naves de escolta volase en mil pedazos sin que sus escudos pudiesen hacer nada para impedirlo.

Esta nueva baja supuso una profunda herida en el orgullo del Comandante de Hierro pero le permitió localizar por fin a su enemigo. Consciente de que sus sistemas de medición estaban ciegos ante las emisiones energéticas de una tecnología desconocida ordenó la activación de todos los dispositivos de visionado holográfico de la flota. Estos sistemas permitían a los tripulantes disponer de una imagen holográfica en tiempo real del espacio inmediatamente circundante y eran de enorme utilidad durante las maniobras de atraque, pero prácticamente inútiles en el espacio profundo. Ahora bien, en los 20.3 milisegundos que Kishar había tardado en diseñar la formación defensiva adoptada por la flota, había tenido en cuenta este factor. Consciente de que era imposible cerrar el paso por la inmensidad del espacio a una nave pequeña y maniobrable, había dispuesto a las naves de forma que sus sistemas de visionado holográfico formaban una red sin solución de continuidad que permitiría localizar a cualquier enemigo que tratase de moverse entre ellas.

Al instante siguiente los canales de comunicación se llenaron con los informes de avistamiento de dos pequeñas naves de diseño desconocido que efectivamente se encontraban maniobrando entre los navíos imperiales. La orden de ataque tampoco se hizo esperar. Sin embargo a pesar de su pequeño tamaño las embarcaciones enemigas se revelaron como realmente resistentes. Sus escudos, alimentados por una fuente de energía desconocida hasta la fecha, no parecían inmutarse ante la permanente descarga de las armas de los Manos de Hierro, obligados a emplear los turboláseres defensivos y torpedos de corto alcance para no arriesgarse a dañar a las naves aliadas.

El vuelo de las naves enemigas, errático para unos ojos inexpertos, no era fruto del azar. El Comandante de Hierro había comenzado a dar órdenes en cuanto fueron localizadas, orquestando los ataques de las naves de su flota, obligando a los enemigos a seguir la ruta que él había decidido, y empujándolas hacia la nave insignia que parecía permanecer en silencio. Cuando los incursores enemigos estuvieron distancia, el espacio entre ellos y la Furia de Medusa se vio plagado de torpedos de abordaje que no tardaron en impactar con la superficie de las naves atacantes, cuyos escudos no estaban preparados para un ataque de esta naturaleza.

Los sistemas defensivos de las naves enemigas habían impedido que los escáneres imperiales analizasen su estructura y la distribución de su tripulación antes del ataque. Esto hizo que varios de los torpedos de abordaje impactaran en zonas inaccesibles del casco, desperdigando a los guerreros de su interior por el vacío del espacio o provocando que se consumieran en la furia de los reactores de plasma. Sin embargo la mayoría de ellos siguió vectores de impacto adecuados, y atravesaron el fino blindaje sin dificultad.



El Señor de la Forja Ishkur, al mando de la fuerza de abordaje, ordenó un barrido de auspex en cuanto su escuadra de abordaje tomó posiciones en el interior del navío enemigo. Las lecturas que obtuvieron no pudieron resultar más desconcertantes. La nave se encontraba desierta, los auspex no localizaban ninguna señal biológica en su interior, tan solo altos niveles de emisiones positrónicas, similares a los que se habían objetivado en los planetas del sistema. Sin duda los incursores enemigos habían actuado de forma adaptativa durante el ataque, nada indicaba que siguieran rutas preprogramadas. Si no existía ninguna forma biológica al mando, humana o alienígena, solo la mayor abominación concebible por un fiel seguidor de los edictos de Marte podía estar detrás de aquel misterio: La Salica Animus, el horror de la Inteligencia Abominable.

El aspecto interior de los incursores no se diferenciaba mucho del de las propias naves de los Manos de Hierro, con su cruda funcionalidad y ausencia de innecesarios adornos, pero se encontraba en la más absoluta oscuridad. Además, la temperatura parecía mantenerse cercana a los cero grados, y la atmósfera resultaba irrespirable incluso para la biología superior de los astartes, cargada como estaba de metales pesados y altas concentraciones de metano y azufre.

La escuadras avanzaron hacia los puntos de encuentro fijados sin encontrar resistencia. La mayor parte del interior de las naves enemigas parecía consistir en estrechos pasillos destinados al mantenimiento y reparación de los diferentes sistemas, y los astartes recorrieron las cubiertas inferiores sin localizar una sola estancia que pareciera destinada a la alimentación ni al descanso de la tripulación, solo grandes depósitos de combustibles y munición. Sin embargo pronto dejarían de preguntarse por aquellas cuestiones pues el enemigo apareció ante ellos.

La fuerza de abordaje había alcanzado una gran estancia que se extendía de forma longitudinal a lo largo de toda la estructura de la nave. Las compuertas que se abrían en sus paredes laterales sugerían que se trataba de una sala de distribución que daba acceso a las cubiertas superiores, pues en su extremo de proa se encontraba una gran compuerta que lucía un símbolo desconocido, algo similar a un extraño ave de cortas alas y cuerpo abotargado elaborado de forma esquemática. La compuerta comenzó a abrirse con el siseo de los sistemas hidráulicos al activarse.

A través de la abertura aparecieron unos seres totalmente formados por metal, similares a grandes insectos de cuerpos segmentados a los que se hubiese unido el torso de un ser humanoide dotado de múltiples brazos, uno de los cuales surgía del punto donde debería haber estado la cabeza. En el centro de aquellos torsos podía distinguirse una estructura cristaliza, similar al hielo glacial, que brillaba débilmente con una tenue luz azul. Sin embargo la atención de los astartes se centró en las múltiples armas que formaban parte de sus extremidades, lanzando tanto proyectiles sólidos como rayos de intenso calor que fundían el metal a su paso.

Menos de un segundo después de que apareciese la primera criatura, la inconfundible letanía de los bólteres al disparar inundó la estancia. Las escuadras de abordaje formaron un muro con sus escudos ocupando todo el ancho de la estancia mientras no dejaban de disparar apoyados por los hermanos que se protegían tras ellos. Los proyectiles explosivos formaron un muro de destrucción que deshizo a las primeras criaturas que se abalanzaron a través de la abertura, pero su número no dejaba de aumentar y pronto varias de ellas se encontraron respondiendo al fuego desde el interior de la estancia. Uno de aquellos mortíferos rayos impactó contra el muro de ceramita negra y abrió una brecha de carne y metal fundidos allí donde un instante antes había habido legionarios. Sin embargo la disciplina de los Manos de Hierro no flaqueó ni un instante, y pronto nuevos hermanos se movieron para cerrar de nuevo las filas.

La línea de los marines comenzó a avanzar con disciplina, sin dejar de disparar ni un solo momento, mientras las escuadras de apoyo sumaban el fuego de sus armas de plasma y de fusión al de sus hermanos. El intercambio de fuego continuó hasta que los seres mecánicos se vieron acorralados entre el muro de acero y ceramita, la puerta que estaban defendiendo. En ese momento, entre las filas de los Manos de Hierro surgió Ishkur, que blandiendo su relampagueante martillo de energía en alto, y gritando el nombre de su primarca se arrojó contra aquellos abominable seres. El barrido de su martillo despedazó el torso de dos de ellos mientras su servo-brazo aplastaba a otro sin dificultad. Siguiendo el ejemplo de su oficial el resto de los astartes acoplaron sus bólteres en los cierres magnéticos de sus armaduras y empuñaron las espadas y los gladios. En pocos segundos lo que quedaba de la fuerza enemiga había sido destruida.

Tras aquel corto pero sangriento enfrentamiento las escuadras de abordaje encontraron escasa resistencia, solo algún pequeño grupo de seres similares a los que habían destruido les salió al paso en su camino hacia lo que suponían era el puente de mando. Sin embargo las abominables sorpresas no dejaron de sucederse. Cada nuevo corredor que recorrían venía a confirmar sus sospechas, aquella nave estaba tripulada por seres mecánicos dotados de inteligencia e iniciativa propias, y ninguno de los que habían destruido mostraba restos que sugiriesen la presencia de un córtex cerebral orgánico.

El puente de mando no hizo más que aumentar su horror, no había nadie al mando. Según el Señor de la Forja comprendió rápidamente la propia nave era uno de aquellos seres dotados de Inteligencia Abominable, de modo que lo que habían exterminado hasta ese momento no era otra cosa que zánganos defensores encargados de proteger a un ser superior dentro de su detestable escala evolutiva. Aquella impensable transgresión de los edictos de Marte solo podía ser purgada mediante el fuego y la destrucción. Los astartes descargaron sus armas contra lo que parecían los cogitadores principales del sistema nervioso de la nave, tornando el puente en un amasijo de hierro al rojo vivo plagado de incendios secundarios. En ese momento Ishkur ordenó el regreso a los torpedos. Las cargas explosivas colocadas en los depósitos de munición y combustible harían el resto.



Fuego y liberación

La campaña que se desató a continuación fue testigo de toda la furia de la X Legión. Aquel insulto a los fundamentos más primordiales de su credo encendió su ira hasta consumir el sistema entero, y no hizo sino aumentar cuando descubrieron el horrible destino de las poblaciones humanas que habían localizado mediante las lecturas de los auspex. Las máquinas dotadas de inteligencia habían esclavizado a aquellos que las habían creado siglos atrás, convirtiéndolos en seres involucionados y primitivos, guiados por sus instintos y no muy diferentes de los animales, a los cuales usaban para obtener el inagotable flujo de recursos minerales que requerían para su subsistencia. Las poblaciones humanas fueron liberadas una tras otra, aunque no parecían comprender realmente el inmenso regalo que les habían dado, y la resistencia enemiga fue sistemáticamente reducida a escombros conforme la Legión avanzaba hacia el planeta principal del sistema. Cuando se encontraban a la puertas del asalto definitivo una nave de inmenso poder irrumpió en el sistema, la Puño de Hierro. Ferrus Manus había llegado.

Alarmado por los informes enviados por Kishar, el Primarca había abandonado momentáneamente la 52ª Flota Expedicionaria, y rodeado de su guardia de Morlocks había acudido a encargarse personalmente de terminar con aquella imperdonable afrenta. El propio Ferrus Manus encabezó el asalto final contra la capital del pequeño imperio enemigo. Esta se encontraba la fuertemente protegida, contando con poderosas defensas, desde los sistemas orbitales que cubrían el planeta, hasta el inmenso búnker que contenía el corazón de aquella aberrante sociedad.

Los sistemas de defensa pronto se mostraron incapaces de frenar el ataque de la Gorgona iracunda. La flota de los Manos de Hierro bombardeó el planeta sin descanso una vez terminaron con las defensas orbitales, tratando de respetar las escasas zonas en las que los esclavos humanos vivían hacinados. Una vez la capacidad de respuesta del enemigo fue adecuadamente aplastada, las cañoneras comenzaron a descender a la superficie mientras los caza-bombarderos destruían las escasas defensas antiaéreas que habían sobrevivido al bombardeo orbital. Una vez los astartes pisaron el planeta su avance resultó imparable.

El enemigo trató de defender su bien más preciado lanzando una oleada tras otra de seres mecánicos, pero estos eran aplastados por la avalancha de ceramita negra al no contar con el apoyo de artillería ni blindados, destruidos previamente. El propio Rompeforjas se encargó de derribar la aparentemente inexpugnable pared del bunker que era su objetivo. Allí terminarían definitivamente con aquella aberración.

El interior del búnker era el centro neurálgico de la sociedad que habían venido a destruir. Una inmensa máquina auto-pensante que dirigía a sus zánganos desde la protección de su bunker, siendo el nexo de unión de una inmensa mente enjambre electrónica dotada de millones de sub-nodos. En cuanto el Primarca puso un pie en el interior del búnker la conciencia que se escondía allí comenzó a hablar.

Hasta entonces los seres mecánicos que poblaban el sistema no habían mostrado ninguna capacidad de habla comprensible por el ser humano, aunque era evidente que existía algún tipo de comunicación entre ellos. Sin embargo aquella máquina hablaba en Gótico, y sus palabras prometían un inmenso poder a la Gorgona, adulándole con alabanzas a su genio militar y a su mente analítica, ofreciéndole compartir secretos de una tecnología que nunca sería capaz de imaginar, pero la voz cesó bruscamente cuando los brazos metálicos de Ferrus Manus atravesaron los sistemas principales del líder enemigo, destrozándolo sin compasión hasta que no fue más que uno de los mayores montones de chatarra de la galaxia.

Tras aquella victoria el sistema fue rápidamente absorbido por el Imperio, aunque el Clan Vurgaan ya no estaba allí para contemplarlo. Encargando la tediosa labor de la pacificación a las fuerzas del Ejército Imperial, los Manos de Hierro siguieron a su Primarca para reunificar a la 52ª Flota Expedicionaria.

Los secretos desvelados en el Sistema Adamantinon serían guardados en el inexpugnables sancta sanctorum de Ferrus Manus, en el interior de la Puño de Hierro, de donde nunca volverían a salir…”

3 comentarios:

Adrià dijo...

Gran relato, sin duda: estoy deseando ver el Clan Vurgaan en acción (un videoinforme quizás).

Pero una pregunta, ¿cómo has hecho las ilustraciones de los manos de hierro que acompañan el post? ¿Has usado photoshop o un programa específico?

Muchas grácias y ánimos a seguir publicando que es un gusto ver campañas y transfondos tan elaborados.

Prime-alber dijo...

Creo que todas son de los libros de horus heresy e index astartes

Prime-alber dijo...

Gran trasfondo! Estoy impaciente por ver avances de tu ejercito. Cuando jugueis una partida grande la guardia de la muerte y los manos de hierro puede ser impresionante

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