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16 ago 2013

La abominable historia del clan Perfringens | Parte I


"Thelonious Mycoides se arrastraba por el barro, manchando su pelaje blanco mientras avanzaba por el estrecho corredor que apenas permitía el paso de su retorcida cornamenta. Aquello era indigno de la posición de un vidente como él, pero el descubrimiento que esperaba realizar no podía ser visto por los ojos de ninguno de sus entrometidos esbirros.
Desde el final del corredor una fantasmagórica luz azul iluminaba su recorrido. Sin duda este era el camino correcto, pues el resplandor solo podía provenir del objetivo de las ambiciones del hombre rata.

Recordaba haber visto la extraña figura geométrica hacía años, mientras buscaba sus dosis habituales de piedra bruja, pero el propio aura de terror que desprendía el objeto le había hecho temer que contuviese algún demonio de los tiempos antiguos. Ahora confiaba en que la famosa cobardía de su raza hubiese mantenido alejadas las garras de sus oponentes de él, y todo parecía indicar que así había sido. Que idiota había sido entonces, ¿como pudo ignorar el evidente poder que contenía aquel extraño cristal? Pero lo años le habían enseñado que en ocasiones el riesgo merece la pena si la promesa de gloria es tan enorme.

Finalmente el corredor se ensanchó, dando lugar a un espacio cavernoso de paredes lisas y brillantes, fruto de la fundición de las rocas hacía milenios. En el centro mismo de aquella gruta, como si su propia irradiación la hubiese esculpido, se encontraba lo que había ido a buscar. El cristal poliédrico de veinte caras era difícilmente distinguible debido al intenso resplandor celeste que emanaba de él y Thelonious pudo sentir como los pelos de su largo bigote se chamuscaban por el asfixiante calor que desprendía. No era posible acercarse a menos de dos metros del cristal, y mucho menos pretender tocarlo, pero el vidente iba preparado para eso.

Entre los pliegues de su raída túnica sus garras extrajeron un quebradizo pergamino de color hueso y lo extendieron ante su hocico. En un principio sus agudos ojos de rata solo pudieron ver la superficie vacía del pergamino pero pronto, con el color del acero al rojo vivo, una estrecha escritura comenzó a dibujarse en él. Sabiendo que el tiempo apremiaba Thelonious leyó la antigua lengua que había tenido que estudiar para aquel momento, mientras veía como las llamas comenzaban a lamer el pergamino brotando en los lugares donde le escritura ardiente lo consumía.

El antiquísimo objeto se redujo a cenizas mientras él leía las últimas palabras. En ese momento el vidente percibió una sombra de duda que surgió en los límites de su consciencia. Sin embargo pronto pudo comprobar que no se había equivocado.

El resplandor se redujo paulatinamente, y con él, el calor abrasador, lo que permitió a Thelonious comenzar a dar pasos hacia el cristal, que ahora presentaba un color azulado similar al del hielo glaciar. Cuando sus dedos tocaron por fin el objeto de su deseo hasta el último pelo de su cuerpo se erizó, y cayó inconsciente.

Los sueños que atacaron su mente a continuación le mostraron reinos desconocidos, poblados por seres rescatados de la tumba que desfilaban ante un trono de azabache, sobre el que se sentaba un ser de inconmensurable poder. Frente al trono, una construcción fabricada en el mismo material, una arcada tallada con diseños olvidados hace milenios, refulgía del mismo color que había bañado momentos antes la estancia donde ahora Thelonious yacía. El espacio enmarcado por el arco se encontraba ocupado por lo que parecía ser una barrera de pura energía de color azul, en la que los ejércitos se zambullían sin frenar el paso de su desfile. El vidente pudo ver como aquellas criaturas débiles y decrépitas aparecían de nuevo al otro lado del portal, renovadas, revitalizadas y reforzadas de forma antinatural. Sus cuerpos hinchados mostraban ahora enormes músculos cuyas marcadas venas brillaban con un tono celeste, mientras sus panoplias, oxidadas y raídas, destellaban con el brillo del mejor acero y las incrustaciones de piedras preciosas. Sobre el arco, engarzado como una ran joya, se encontraba el cristal.

Thelonious volvió en si con una sonrisa. Recordando por fin el artilugio que el ingeniero le había entregado cuando el vidente se interesó por el modo en que este transportaba la piedra bruja, recogió con cuidado el cristal y lo cubrió con su túnica. El laboratorio le esperaba y eran muchos los misterios que aun tenía que descifrar..."

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