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6 feb 2013

Artheldor Renacido | La Gran Batalla de las Siete Torres (II)

La Torre de Obsidiana
"Tras eras de espera, atrapado en la no muerte de su cautiverio Artheldor había planeado cuidadosamente su vuelta, esperó al día en que pudo romper las barreras que le mantenían encerrado y unir su voluntad a la de una marioneta terrenal. Pensó que el escaso intelecto de su anfitrión sería una ventaja que le ayudaría a mantenerlo bajo su control, pero finalmente había comprobado que ese había sido su mayor error.

Esa maldita criatura a la que llamaban Nevsky se las había arreglado para hundir toDos sus planes milenarios con sus estúpidas acciones y con sus aun menos inteligentes lugartenientes. Su descendiente, el iracundo y orgulloso Altharión y el maldito vampiro que le perseguía a través del tiempo y los continentes, le habían ganado ventaja y sus objetivos se encontraban mucho más lejos de lo que él se merecía. Si Artheldor no iba a dominar el mundo, él mismo se encargaría de que nadie obtuviese su poder.


Los dragones convocados por los elfos, con una criatura un más espeluznante al fondo
En el inmenso valle en lo más profundo de las montañas del reino que llevaba su nombre se encontraba la Torre de Obsidiana, la legendaria fortaleza del gran rey que había visto pasar las eras de la tierra. Por fin, los avariciosos caudillos que ansiaban el poder de Artheldor habían encontrado los secretos caminos que llevaban hasta ella, venciendo los muchos peligros que salieron a su paso. En el sur del valle, los elfos, dirigidos por Elianel el archimago tras considerar Altharión que la batalla no era digna de su presencia, dispusieron su línea junto a los inamovibles enanos de Borch Runarroja. Las energía mágicas canalizadas por la arcana torre les habían permitido convocar a numerosos dragones y Elianel sonreía mientras ojeaba el Libro de Hoeth.

Un Carmine Dragon acompañaba a los enanos
Mientras tanto, al otro lado del valle, Nevsky miraba estupefacto el inmenso tótem que cobraba vida entre sus soldados. Las mentes de las hordas de pieles verdes habían desatado tal cantidad de energía en aquel páramo mágico que las obscena representación que habían creado de Gorko (o de Morko, quién sabe) se movía ahora con voluntad propia. Zertok sin embargo, no atendía a las maquinaciones de sus estúpidos aliados, pues solo tenía ojos para la Torre de Obsidiana y se imaginaba ya desentrañando sus secretos. Sin duda el filo de la espada que había encontrado en su camino por las montañas, y que ahora vibraba canalizando el poder de los intensos vientos de magia, le ayudaría en su objetivo.
 
Las inmensas criaturas de los orcos ocupan el centro de la línea de batalla
Los ejércitos comenzaron a avanzar con un enorme estruendo mientras los hechiceros entonaban los cánticos preparatorios. Mientras Elianel desataba inmensos vórtices mágicos sobe los no muertos Grozjny llamaba a sus dioses para que pisotearan las brillantes armaduras de los enanos, y Zertok y sus lugartenientes levantaban los esqueletos que eran abatidos por las flechas de los elfos. Pronto las líneas chocaron en algunos puntos. El titánico tótem orco, muy dañado por la artillería y los arcabuces de los enanos, arremetió contra estos con la fuerza de una montaña aplastando a sus barbudos enemigos. Cerca de allí, el cielo se volvía carmesí mientras el milenario dragón sobrevolaba el valle para atacar a los pieles verdes.


Un clásico pizotón sobre los rompehierros
Súbitamente, un intenso destello recorrió el campo de batalla. Cuando este se desvaneció Zertok descubrió como su enemigo había hecho un movimiento decisivo pero arriesgado. El propio Elianel, valiéndose de arcanos sortilegios había conseguido desplazarse junto a su escolta de Guardias del Fénix al flanco de los no muertos en un instante. En medio de la sorpresa, haciendo uso de todo su poder y de los ritos aprendidos en los siglos de estudio, desató el poder del Sol Púrpura de Xereus sobre los no muertos enviando a docenas de su enemigos al descanso eterno.

Elianel hace se dispone en el flanco de las tropas de Zertok
En aquel momento, la única cosa que Nesky tenía clara de lo sucedido en los últimos años era que en el interior de aquella torre había cosas realmente mágicas y brillantes así que no lo dudó dos veces y, leyendo el sortilegio escrito en la pared de la extraña construcción en la que se había subido (y sin preguntarse como es que ahora sabía leer), se desplazó hasta la torre y comenzó a rebuscar entre los miles de pergaminos y extraños objetos que albergaba. Si el aire de aquel valle ya le erizaba los pocos pelos que tenía, el que se respiraba en el interior de la torre hacía que vibrara hasta el último de sus huesos. Confiado ante la posesión de tanto poder se dispuso a atacar a los elfos que le rodeaban pero sin duda aquello era demasiado para él y la energía desatada recorrió todo su cuerpo transformándolo en una indescriptible criatura solo conocida como "aaaooorrghjhhh".

Nevsky intentando leer por encima del hombro del guardián momentos antes de sufrir su exceso de confianza
Zertok no pudo evitar esbozar un sonrisa al ver el destino de su aliado, aunque lo que realmente le hacía sonreír era la matanza que había desatado. Armado con aquella espada abatía a los leñadores elfos a docenas. Aunque estos se negaban a retroceder solo era cuestión de tiempo que todos estuvieran muertos. La unidad que se había situado en su flanco estaba entretenida con la araña de los goblins, así que ya se podría encargar de ella más tarde. También en el flanco opuesto parecía estar logrando progresos, el dragón de los elfos había huido y sus tropas avanzaban sin oposición. Sin embargo aun quedaban muchos orejas picudas en reserva de los que tendría que encargarse.

Zertok talando Leones blancos con la Espada de la Estrella del Alba
La arañaca sirvió para entretener un buen rato a los elfos
El nivel de la matanza fue creciendo y los combates se extendían por todo el valle. El dragón carmesí cayó en combate tras matar a decenas de orcos salvajes y el tótem animado por los orcos fue finalmente derribado por un certero disparo de cañón. Fue en ese momento cuando Artheldor hizo su primer movimiento. Escondido en una inmensa horda de goblins, conocida como loz pinchatripaz,  se encontraba Ludersk, muy confiado gracias a la espada que Nevsky le había regalado. Lo que el goblin no podía ni sospechar era que el poder contenido en ella no era otro que el de el propio Artheldor. Cunado finalmente llegó al combate frente a la guardia de Borch, y sin saber muy bien por qué, dio un paso al frente retando a todo aquel que le osara oponerse. El campeón de los enanos dio un paso al frente y Ludersk, muy sorprendido, lo despedazó en un instante. Sin embargo, cuando empezaba a creerse que aquello realmente hubiera sucedido, un descarga de luz recorrió su cuerpo convirtiéndolo en ceniza. Acto seguido, la espada, que había desaparecido de su man,o se materializó en el lugar del hacha del rey enano. Borch no podía comprender aquella hechicería pero decidió dejar la teorías para más tarde y rosicionó a sus soldados mientras los goblins huían.

El Carmine Dragon es finalmente abatido por los orcos salvajes
Los barbaslargas aguantan la carga por la retaguardia sin inmutarse
La memoria de los enanos es imperecedera como las montañas y Borch no había olvidado que los objetos de Artheldor le pertenecían por derecho, de modo que no pensaba permitir que sus refinados aliados se hicieses con ellos. Para evitarlo, envió a su herrero de confianza a explorar la torre a sabiendas de que sus conocimientos le ayudarían a reconocer los objetos de poder. Las suposiciones del rey enano eran acertadas y el herrero rúnico emergió de la torre portando el refulgente Filo del Alba que iluminó el campo de batalla con el destello azulado del mithril. Con una sonrisa en sus labios Borch arremetió contra su siguiente enemigo olvidando la extraña espada que ahora portaba hasta que fue demasiado tarde. Tras acabar con su contrincante sintió como su cuerpo ardía en un instante mientras partía a encontrarse con sus ancestros. El plan de Artheldor se cerró en aquel momento, pues el próximo destino de la espada, que había vuelto a desaparecer, no fue otro que la mano del herrero que levantaba orgulloso su hallazgo. En ese instante el Filo del Alba dejó de existir. Su luz se extinguió y el valle pareció sumirse en la penumbra. Solo Zertok, que se erguía victorioso sobre los elfos muertos a sus pies y que llenaban el río con sus cadáveres comprendió lo que aquello significaba. Si bien los objetos del ancestral rey elfo contenían un poder incomparable al de ningún otro, solo la simbiosis de los tres, portados por el mismo elegido, le darían la llave para dominar el mundo. Sus sueños de siglos de búsqueda habían desaparecido ante sus ojos, pero se aseguraría que sus enemigos pagasen por ello.

El herrero rúnico celebra su hallazgo demasiado rápido
Cargado de una rabia milenaria el vampiro desató todo el poder de su ejército. Sus tropas acabaron con los elfos por todo el campo de batalla sin preocuparse porque los enanos hubiesen exterminado a sus aliados, así era mejor, no tendría que compartir la gloria con nadie. Él mismo ocupó uno de los fulcros arcanos de su enemigo y comenzó a dirigir los vientos de magia en su beneficio levantando a muchos de los muertos durante la batalla y terminando con la vida de gran parte de los elfos que seguían en pie. Estos luchaban estoicos y orgullosos convencidos de que aquello no estaba decidido, y cargaron contra la horrible criatura en la que Nevsky se había convertido. El destino es caprichoso y probablemente Artheldor tenga algo que ver en él, pues justo en ese instante el chamán recuperó su forma y su conciencia. Aliviado se giró ante el estruendo que se escuchaba a sus espaldas para descubrir a los vengativos elfos que pronto separaron su cabeza del resto de su escuálido cuerpo. En ese momento, entre las ramas de un denso bosque cercano, surgió una criatura que había sido atada por el poder del vampiro, un ser solo nombrado en las leyendas y conocido como el Zoat. Los poderes de la criatura, unidos a los del propio Zertok, trajeron de nuevo a la existencia a la inmensa mole que acompañaba a pieles verdes, al titánico tótem de Gorko (o de Morko, quién sabe). Cuando los soldados de Altharión se recuperaron de su asombro vieron como aquella indescriptible criatura se abalanzaba sobre ellos aplastándolos bajo su peso.

El tótem vuelve a la vida ante la reginación del general elfo
La batalla estaba decidida y con ella el destino del reino de Artheldor. Zertok, el vampiro, se había alzado con una amarga victoria. Dos de los objetos del rey elfo estarían pronto en su poder, pero jamás conseguiría todo el poder con el que había soñado. Los enanos supervivientes se retiraron del campo de batalla entonando la estrofas del epitafio de su general, dispuestos continuar el peregrinaje de su clan en busca del honor arrebatado.

Zertok, victorioso, grita su rabia a los cuatro vientos

2 comentarios:

Luffy_strawhat dijo...

Muy chula la conclusión! Seguro que os lo pasasteis de miedo

Señor Serviorco dijo...

Me ha gustado mucho el informe. Tiene pinta de haber sido épico con tanto bicho gordo y héroe sulto.

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