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15 feb 2011

Crego, el Garoto | Pj de D&D

- Bladín ven a cenar, te he dicho mil veces que no te acerques al bosque a estas horas
- Pero mama quiero recoger bellotas para Rulf
- Ese cervo mimado ya está lo suficientemente gordo y tiene raíces de sobra en la cuadra
- Pero mamaaa...
- Como no vengas ahora mismo te quedas fuera, seguro que al Garoto le encanta comerse un niño gordo y sonrosado como tu.
- Noo, no, mama ya voy


Si preguntas en las aldeas al pie del Monte Umber los niños te contarán que el bosque está habitado por un monstruoso ser que asesina a todo el que invade su territorio en las horas más oscuras. Los mayores, en cambio, no se dejan llevar por estas fantasías. Aún así están bien aleccionados por la propaganda del habitante de la pétrea fortaleza que corona la cima del Monte, el joven Conde Kaldor.

- ¿El Garoto? Un loco, un bandido, un perturbado del interior de la estepa, disfruta acuchillando inocentes y robando ganado.

Crego, que ese es el verdadero nombre del morador del bosque, no es ningún monstruo ancestral, de hecho para los cánones enanos casi es un adolescente.
Es cierto que el Garoto viene del interior y también es cierto que a veces se comporta como un bandido pero la única sangre que ha derramado es la de alguno de los guardias que le acosan noche y día en busca de su escondrijo.

Crego nació en la estepa, más al norte, en los límites del condado. Allí la vida es dura, el frió extremo hace que la vida solo pueda desarrollarse alrededor de las calderas, pequeñas protofactorías geotérmicas que alimentan los canales de agua caliente que recorren las zonas colonizadas. Los colonos extraen el calor de la tierra y lo irradian por sus canales creando pequeñas islas habitables en el mar de desolación que cubre esas latitudes.

El calor de los canales logra derretir en parte el hielo y las frágiles praderas de musgo alimentan a los rebaños de cervos blancos. Estos rechonchos cérvidos con su grasienta carne y su nutritiva leche son la base de la dieta enana. Pero por si las ventiscas, el frió y la peligrosa inestabilidad de las calderas no fuese suficiente para reducir la vida de los colonos a una incesante lucha por sobrevivir aún queda un factor más que complica su existencia: los Señores de la Cordillera.

Los nobles enanos que gobiernan la cordillera desde sus fortalezas se reparten la jurisdicción de la estepa cobrando altos impuestos en forma de carne y reclutas para sus ejércitos. Animales y hombres son arrancados de las aldeas por las tropas reales cada estación. Poco pueden hacer los habitantes de las aldeas pues la Carta de Colonización les ata a la tierra y sobre todo los señores del sur son los que les proporcionan materiales y técnicos para sus calderas.

Crego acababa de abandonar la niñez cuando unas escaramuzas contra una gran banda de goliats en el sur hicieron que el Conde Ragnar Kaldor, padre del actual, enviase a sus emisarios a la aldea en busca de cualquier enano que pudiese sujetar un arma. Crego lloró toda la noche al saber que debía irse por que aun le asustaba alejarse de su madre y por que sabía bien que sin la fuerza de sus brazos sus padres corrían peligro de perecer de hambre en la estación más fría.

Escapó antes del amanecer con la intención de volver cuando las tropas del conde ya se hubiesen ido. Pasó varios días escondido en un de los zulos que se usaban para refugiarse de las ventiscas. A su vuelta le dijeron que las tropas, al no encontrarle y para dar advertir a otros posibles desertores, habían llevado a su familia a las afueras de la aldea y los habían abandonado a la intemperie. Crego corrió en dirección al lugar indicado por sus vecinos para encontrar los cadáveres de su familia apretujados formando una macabra estatua de hielo.

Tras enterrarlos juró venganza contra el infame Kaldor. Recogió lo imprescindible y montado en su cervo se dirigió al sur. Pronto supo que no podría cumplir su venganza pues el viejo Kaldor había muerto en una de las batallas contra los goliats. Decidió intentar olvidarlo todo y comenzó a ganarse la vida como leñador y jornalero, mientras, el nuevo conde fue coronado.

Tras un tiempo el joven señor, aconsejado por sus asesores decidió que para afianzar su heredad debía reiniciar la campaña contra los goliats y en los días siguientes Crego pudo comprobar que en las aldeas vecinas se repetían crueldades similares a la cometidas contra su familia. Recordando la tragedia que le había llevado hasta allí, decidió que saldaría su agravio acabando con la vida del actual conde.

Supo por un carbonero de las laderas que el conde solía cazar en una quebrada cercana a la cabaña de Crego y allí le esperó agazapado, con su honda y sus hachas preparadas. No tuvo que esperar mucho para tener al conde a tiro, hizo a girar su honda y con un certero disparo desmonto al joven soberano. Lanzando un grito de rabia empuño su hacha y se lanzó a la carrera dispuesto a rematarlo. Pero en el último momento dudó impactado por la corta edad del muchacho, ¡Aun no tenía ni siquiera barba! Esos instantes de duda sirvieron para que la guardia llegase y a punto estuvieran de atraparle.

Durante los años siguientes el conde desató una cruzada contra el salvaje insurrecto que había intentado acabar con su vida. Crego se refugió en las montañas y aprendió a vivir como un animal acosado haciendo de los agrestes bosques su refugio y despensa. También se vio obligado a rapiñar alimentos y otros enseres de las aldeas y por eso comenzó a ser conocido por los lugareños como "el Garoto", una alimaña propia de la zona similar a la comadreja.

Pero hace poco Rower, un nuevo capitán de la guardia e hijo bastardo del antiguo conde, para atraerse los favores de su hermanastro decidió atraparle de una vez por todas y le tendió una trampa de la que Crego salió malherido. Pasó varios días al borde de la muerte escondido en un roquedal y tras recuperase de sus heridas decidió que es demasiado peligroso continuar en los dominios del Kaldor y ha puesto rumbo a los reinos humanos del sur.

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